domingo, 22 de julio de 2012

Acantilados (2)

La gente que parecía ajena a todo aquello corría despavorida hacía la puerta e incluso algunos desesperados se hundían en el mar intentando desaparecer en lugar de intentar reducir a aquella chica de ojos perdidos para que no diera otro paso en su cometido de herir a Alba o algo mucho peor. Parecía que la conocían, quizás aquel lugar engañaba con su apariencia paradisiaca, quizás nunca debió desviarse de la senda que tanto le estaba costando subir.

Ángela sacó una llave y con cierto cinismo dijo que iría a buscar ayuda pero que la dejaría encerrada en aquella cala para que no cometiera una locura al escaparse y no le curaran bien del corte. Alba se quedó petrificada, esta situación le era familiar, ya había estado encerrada antes y comprendió que tenía que escoger entre dos salidas, intentar escapar de aquel lugar o terminarlo todo en aquel mar sereno que ya empezaba a esconder al astro rey.  Se dijo a sí misma que no, que todo no podría terminar así y que lucharía por salir, miró su pierna y cual fue su sorpresa cuando descubrió que el corte que había parecido tan profundo estaba cicatrizado como si hubieran pasado años y apenas se notase el corte.

Se dirigió hacia la puerta y ésta no tenía cerradura alguna, la inspeccionó y cual fue su sorpresa al descubrir que la puerta estaba pintada en la piedra lo que la llenó de pánico y cuando volvió la vista atrás era mucho peor, la cala había desaparecido y estaba al borde de un acantilado. ¿Qué opciones de supervivencia podía tener si la salida era una puerta hecha de pigmentos?. Alba no paraba de temblar ante la encrucijada que tenía ante sí y con la poca fuerza que le quedaba exploro palmo a palmo la pintura en busca de algún mecanismo, habría alguna forma de salir, o eso quería creer.

Dejó de perder la esperanza cuando vio que alrededor de la pintura había una especie de leyenda que decía: "Solo pasará a quien un corazón le acompañe". ¿Un corazón?- se preguntó Alba- Todos tenemos corazón-. La puerta no hizo nada y Alba sabía que su corazón latía pero que llevaba mucho tiempo petrificado, quizás la puerta se refería al corazón en un sentido literal y eso quitaba muchas posibilidades de escapar. En ese justo instante empezó a pensar en que estaba pasando los años sin dejar ni dejarse amar y que todo ello la había llevado hasta ese sitio, pasaron horas y a su vez ni un segundo y no paraba de pensar en el acertijo que le haría abrir la dichosa puerta. Empezó a pensar en todas las personas con las que quería estar, su familia, sus amigos incluso con él. ¿Por qué justo ahora recordaba a  Daniel? Quizás le importaba más de lo que ella creía y odiaba la idea de no volver a ver sus ojos. Enfurecida cogió una piedra del suelo y le grito a la puerta - No me digas que no tengo corazón, les quiero a todos, quiero a Daniel. Siempre he sido muy tonta maldita puerta, siempre quise hasta a los que me hicieron daño, hasta la maldita Ángela que me ha dejado aquí condenada a morir, ni a ella puedo odiarla- con fuerza tiró la piedra hacia la puerta y ésta ya no estaba, un agujero en la pared dejaba paso a la libertad de Alba, sin saber lo que detrás llegaría a encontrar.

Continuará...

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