viernes, 20 de julio de 2012

Acantilados


Alba decidió que al estar aburrida de esa reunión llena de consolas y otros entretenimientos electrónicos que no podía desaprovechar el lugar  y que necesitaba quitarse el agobio que empezaba a tomar protagonismo en sus días.

Comenzó el que parecía un largo paseo contemplando el mar ante la lenta despedida del sol, no quedaba nadie en la playa, cosa que le parecía extraña pero se dejo inundar del entorno sin hacerse demasiadas preguntas.

El sendero cada vez se hacía más escarpado y difícil pero la vista mejoraba notablemente a cada metro que subía, quería sentirse en paz, quería respirar la pureza que no conseguía en otra parte, suspirar, sentir que todo está bien y que por fin no echaba de menos nada de lo que había dejado atrás.

De repente le pareció ver a una persona aparecer casi de la nada por un senderito algo más firme pero alejado del mar y se iba uniendo al suyo, mientras más se acercaba iba reconociendo la identidad de aquella persona. Ya no procesaban ninguna amistad así que ella quería seguir caminando, pero la que era su amiga no se acercó por casualidad, le dijo que era absurdo que ya no se hablaran y que debían intentar de nuevo ser amigas. A Alba la idea no le entusiasmaba demasiado, pero su carácter confiado hizo apretar la mano tendida.

Ángela sugirió que entraran a bañarse a una pequeña cala a la que se accedía por una puerta, nunca había visto o imaginado algo así, la llamaban la cala del sol porque justo a esa hora y en ese lugar el sol se escondía bajo el mar para descansar de sus largos días y la instantánea que dejaba atraía a los curiosos adeptos que habían descubierto la senda.

Sin apenas tiempo para disfrutar Ángela sacó una navaja y le hizo un corte en la pierna a Alba que en su sorpresa no pudo ni reaccionar, el dolor no había aparecido.

Continuará.

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